viernes, 14 de enero de 2011

II Domingo Tiempo Ordinario y 97ª Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado

En este segundo domingo del Tiempo Ordinario, concluida la Navidad, la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado. El Papa Benedicto XVI escogió el lema: "Una sola familia humana".

España, y en ella nuestra querida provincia de Soria, se está convirtiendo en una sociedad más multiétnica, donde aumentan las relaciones interculturales y "donde las personas de diversas religiones se ven impulsadas al diálogo, para que se pueda encontrar una convivencia serena y provechosa en el respeto de las legítimas diferencias", Mensaje de Benedicto XVI para esta Jornada.

La Iglesia reconoce a toda persona el derecho a emigrar, "en el doble aspecto de la posibilidad de salir del propio país y la posibilidad de entrar en otro, en busca de mejores condiciones de vida. Al mismo tiempo, los Estados tienen el derecho de regular los flujos migratorios y defender sus fronteras, asegurando siempre el respeto debido a la dignidad de toda persona humana. Los inmigrantes, además, tienen el deber de integrarse en el país de acogida, respetando sus leyes y la identidad nacional", Mensaje de Benedicto XVI para esta Jornada.

En este sentido se abre para la Iglesia una gran tarea evangelizadora que nos lleva a salir de nosotros al hermano emigrante o refugiado que vive con nosotros.

viernes, 7 de enero de 2011

Fin del Tiempo de Navidad. Fiesta del Bautismo de Jesús

La Fiesta del Bautismo del Señor, con la que concluimos este Tiempo litúrgico de Navidad, viene a ser continuación de todo lo que hemos vivido y celebrado estos días. Si hemos afirmado la Humanidad de Jesús que acampó entre nosotros, hoy contemplamos que es el Siervo de Dios, el Ungido, el Cristo, el Hijo predilecto del Padre, Dios con nosotros que ha venido entre nosotros para cumplir una misión.

Este momento de la vida de Jesús indica el comienzo de su “vida pública” y da final a unos treinta años de existencia sencilla y trabajadora en el hogar de Nazaret en compañía de su familia y de los suyos. Los Evangelios no relatan nada de todo este espacio tan largo de tiempo pero fue realmente importante para Jesús pues, siendo Dios, santificó con su presencia todas esas realidades humanas: la familia, los amigos, el trabajo, el descanso, y, siendo hombre, aprendió las costumbres y oraciones de su pueblo, de las que luego se servirá en su predicación y en su vida con los Apóstoles.

Después de todo este periodo de tiempo, el Bautismo de Jesús viene a ser la gran epifanía o manifestación de Jesús a todos los hombres; ya no queda reducida a su familia y a los Magos de Oriente. Así lo relata el Evangelio: “Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: Éste es mi Hijo, el amado, el predilecto”.  Todo empieza a cambiar a raíz de este suceso: hay un solo Dios pero son Tres Personas divinas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que intervienen en el Bautismo de Jesús. Empieza algo nuevo que cambia le fe judía y que nosotros ya gozamos y creemos: Dios es Trino.

Ese hecho del Bautismo de Jesús, profetizado y celebrado por los Apóstoles, arranca de esa decisión de Jesús de bautizarse por Juan. Aquí está lo sorprendente, el misterio. Jesús, el Hijo predilecto del Padre, verdadero Dios, quiere renovarse, purificarse con el rito bautismal de Juan. ¿Por qué, si no tenía él necesidad alguna al ser Dios? La explicación de este acontecimiento es consecuencia de lo que hemos vivido estos días: Jesús, sin dejar de ser Dios, al hacerse hombre ha asumido todo lo de los hombres: su dignidad, sus capacidades, pero también sus llagas y sus miserias. Jesús no podía tener conciencia de pecado, pero sí quiso cargar con todos los pecados de los hombres de todos los tiempos; con los nuestros también.

Juan Bautista lo llamaba el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”; y esto lo realizó Jesús al ser bautizado y al morir en la Cruz y resucitar. Hay un gran parecido entre esta bajada de Jesús al Jordán para ser bautizado y su subida a la Cruz para morir por nosotros, que es lo que celebramos en cada Eucaristía; como lo hay entre esa manifestación de Dios Padre posterior al Bautismo con la Resurrección y Ascensión al cielo después de su muerte.

Tras el Bautismo, recibe la Unción, la consagración, de manos del Padre por el E.S. y con ella comenzará su vida de misión, servicio y entrega total a los hombres “para que abras los ojos a los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y a los que habitan en las tinieblas”, como decía Isaías. Jesús no ha venido a que le sirvan sino a servir al hombre. Por eso carga también con sus pecados y los purifica en el Jordán. Y así, hasta la Cruz.

Terminamos así este Tiempo precioso de Navidad. El lunes 10 de enero, iniciamos el Tiempo Ordinario y reanudamos nuestras tareas catequéticas y la celebración de la Santa Misa en el Centro Cívico de Camaretas, los domingos a las 13.00 horas. ¡¡Felices días!!

martes, 4 de enero de 2011

Solemnidad de la Epifanía del Señor

En este Tiempo de Navidad, nos acercamos hoy a una Fiesta cargada de ternura y de generosidad. Si preguntamos hoy a cualquier niño qué es lo que celebramos, nos dirá que hoy es el día de los Reyes Magos, que es día de regalos y juguetes y que ellos los reciben porque también el Niño Jesús recibió regalos de esos Magos de Oriente. Y esto que piensan los niños es verdad y se corresponde con el Salmo y con el Evangelio que se proclama este día: “que se postren ante él los reyes y le ofrezcan sus dones”. “Abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”.

Pero lo que los niños no alcanzan del todo a percibir es el sentido religioso profundo que en sí encierra esta Fiesta. Por eso, no hemos de olvidar que hoy celebramos la Epifanía del Señor. Todo el Tiempo de Navidad es una continua epifanía o manifestación de Dios a los hombres. Empezó con sus padres; siguió con los pastores, con los ángeles, con Simeón y con Ana. Pero lo hermoso del día de hoy es que Dios Niño se revela, se da a conocer a todos los hombres, incluso a los que no creen en él.

La salvación que nos ofrece Dios en su Hijo Jesucristo, que comenzó con su nacimiento, es para todos, no sólo para el pueblo judío, para los apóstoles o los seguidores de Jesús en todos los tiempos. Es para todos. Lo explica S. Pablo a los Efesios: “también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio”. Esto se representa en el Evangelio con la venida de unos Magos de Oriente, gentes que no son hebreas. Por eso, esta fiesta tiene un profundo contenido misionero. “Id y predicad”.

¡FELIZ DÍA DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR!