viernes, 7 de enero de 2011

Fin del Tiempo de Navidad. Fiesta del Bautismo de Jesús

La Fiesta del Bautismo del Señor, con la que concluimos este Tiempo litúrgico de Navidad, viene a ser continuación de todo lo que hemos vivido y celebrado estos días. Si hemos afirmado la Humanidad de Jesús que acampó entre nosotros, hoy contemplamos que es el Siervo de Dios, el Ungido, el Cristo, el Hijo predilecto del Padre, Dios con nosotros que ha venido entre nosotros para cumplir una misión.

Este momento de la vida de Jesús indica el comienzo de su “vida pública” y da final a unos treinta años de existencia sencilla y trabajadora en el hogar de Nazaret en compañía de su familia y de los suyos. Los Evangelios no relatan nada de todo este espacio tan largo de tiempo pero fue realmente importante para Jesús pues, siendo Dios, santificó con su presencia todas esas realidades humanas: la familia, los amigos, el trabajo, el descanso, y, siendo hombre, aprendió las costumbres y oraciones de su pueblo, de las que luego se servirá en su predicación y en su vida con los Apóstoles.

Después de todo este periodo de tiempo, el Bautismo de Jesús viene a ser la gran epifanía o manifestación de Jesús a todos los hombres; ya no queda reducida a su familia y a los Magos de Oriente. Así lo relata el Evangelio: “Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: Éste es mi Hijo, el amado, el predilecto”.  Todo empieza a cambiar a raíz de este suceso: hay un solo Dios pero son Tres Personas divinas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que intervienen en el Bautismo de Jesús. Empieza algo nuevo que cambia le fe judía y que nosotros ya gozamos y creemos: Dios es Trino.

Ese hecho del Bautismo de Jesús, profetizado y celebrado por los Apóstoles, arranca de esa decisión de Jesús de bautizarse por Juan. Aquí está lo sorprendente, el misterio. Jesús, el Hijo predilecto del Padre, verdadero Dios, quiere renovarse, purificarse con el rito bautismal de Juan. ¿Por qué, si no tenía él necesidad alguna al ser Dios? La explicación de este acontecimiento es consecuencia de lo que hemos vivido estos días: Jesús, sin dejar de ser Dios, al hacerse hombre ha asumido todo lo de los hombres: su dignidad, sus capacidades, pero también sus llagas y sus miserias. Jesús no podía tener conciencia de pecado, pero sí quiso cargar con todos los pecados de los hombres de todos los tiempos; con los nuestros también.

Juan Bautista lo llamaba el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”; y esto lo realizó Jesús al ser bautizado y al morir en la Cruz y resucitar. Hay un gran parecido entre esta bajada de Jesús al Jordán para ser bautizado y su subida a la Cruz para morir por nosotros, que es lo que celebramos en cada Eucaristía; como lo hay entre esa manifestación de Dios Padre posterior al Bautismo con la Resurrección y Ascensión al cielo después de su muerte.

Tras el Bautismo, recibe la Unción, la consagración, de manos del Padre por el E.S. y con ella comenzará su vida de misión, servicio y entrega total a los hombres “para que abras los ojos a los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y a los que habitan en las tinieblas”, como decía Isaías. Jesús no ha venido a que le sirvan sino a servir al hombre. Por eso carga también con sus pecados y los purifica en el Jordán. Y así, hasta la Cruz.

Terminamos así este Tiempo precioso de Navidad. El lunes 10 de enero, iniciamos el Tiempo Ordinario y reanudamos nuestras tareas catequéticas y la celebración de la Santa Misa en el Centro Cívico de Camaretas, los domingos a las 13.00 horas. ¡¡Felices días!!

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