viernes, 25 de marzo de 2011

III Domingo de Cuaresma. Domingo de la samaritana

En el III Domingo de Cuaresma nos presenta el Evangelio uno de los encuentros más bellos de Jesús, el que tiene con la mujer samaritana en Sicar junto al pozo de Jacob (Jn. 4, 5-42). Esta lectura va precedida de Ex. 17, 3-7; el Salmo 94, 1-2.6-9, y Rm.5, 1-2.5-8. Jesús se acerca a esa mujer como un sencillo caminante y le dice: "Dame de beber". Empieza un diálogo para suscitar la fe, conocimiento y entrega a ese Jesús, que es el Agua Viva.

En este tiempo de Cuaresma, este diálogo viene a representar un paso más en un proceso catequético que comenzó reconociendo nuestro pecado y tentación (I Domingo) y el auxilio a la fe que nos da ver la Gloria de Jesús (II Domingo). Hoy se acerca Jesús a esa mujer, a cada uno de nosotros, para que descubramos de qué debemos tener de verdad sed.

El hombre y la mujer de hoy también "padecen sed" porque viven en un mundo caduco, limitado, que nunca podrá saciar su corazón. Siempre queda insatisfecho. En el fondo del corazón, se tiene necesidad de un "agua" infinita, que sacie, vivifique y haga fecunda nuestra vida. Jesús responde a la samaritana: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, sin duda que tú me pedirías a mí y yo te daría agua viva (...). Porque el agua que Yo quiero darte se convertirá en tu interior en un manantial del que surge la vida eterna" (vv. 10 y 13). Sólo Jesús puede verter en nuestros corazones la fuente que brota para la vida eterna, el Espíritu Santo, alegría inagotable de Dios.

Esa conversación concluirá con el reconocimiento de Jesús como el Salvador del mundo, después de que Jesús haya presentado a esa mujer la verdad de su vida, después que haya desenmascarado su falsa sed por la que cada día estaba dispuesta a fatigarse, como también nos puede suceder a nosotros.

Se nos presenta en este Domingo un día de Gracia para descubrir si estamos o no sedientos de Dios. Considérate un afortunado si lo estás porque Jesús te regalará su Espíritu para que crezca en ti un surtidor de vida eterna.

¡¡FELIZ DOMINGO!!


sábado, 19 de marzo de 2011

II Domingo de Cuaresma. Domingo de la Transfiguración

La Palabra de Dios que alimenta esta II semana cuaresmal está en Génesis 12, 1-4a; 2; Salmo 32, 4-5.18-20 y 22; Timoteo 1, 8b-10; Mateo 17, 1-9. En este segundo Domingo, destaca el Evangelio de la Transfiguración del Señor. Después de revisar con la Palabra de Dios cuáles son nuestras tentaciones y caídas, el Señor fortalece nuestra débil fe con este acontecimiento tan singular. Debemos ver al Transfigurado, a Jesús, Vivo y Resucitado, para que cambie nuestra vida y demos gloria a Dios por sus maravillas con nosotros. Este episodio del Evangelio ¡tan real hoy! es muy necesario. Acompañamos esta introducción con una preciosa Homilía predicada por el P. Raniero Cantalamessa con el título "Se transfiguró ante ellos". 

"¿Por qué la fe, las prácticas religiosas están en declive y no parecen constituir, al menos para la mayoría, el punto de fuerza en la vida? ¿Por qué el tedio, el cansancio, la molestia al cumplir los propios deberes de creyentes? ¿Por qué los jóvenes no sienten que les atraen? ¿Por qué, en resumen, esta monotonía y esta falta de gozo entre los creyentes en Cristo? El episodio de la transfiguración nos ayuda a dar una respuesta a estos interrogantes.

¿Qué significó la transfiguración para los tres discípulos que la presenciaron? Hasta entonces habían conocido a Jesús en su apariencia externa, un hombre no distinto a los demás, de quien conocían su procedencia, sus costumbres, su tono de voz... Ahora conocen a otro Jesús, al verdadero Jesús, al que no se consigue ver con los ojos de todos los días, a la luz normal del sol, sino que es fruto de una revelación imprevista, de un cambio, de un don.

Para que las cosas cambien también para nosotros, como para aquellos tres discípulos en el Tabor, es necesario que suceda en nuestra vida algo semejante a lo que ocurre a un chico o a una chica cuando se enamoran. En el enamoramiento el otro, el amado, que antes era uno de tantos, o tal vez un desconocido, de golpe se convierte en único, el único que interesa en el mundo. Todo lo demás retrocede y se sitúa en un fondo neutro. No se es capaz de pensar en otra cosa. Sucede una auténtica transfiguración. La persona amada se contempla como en un halo luminoso. Todo aparece bello en ella, hasta los defectos. Si acaso, se siente indignidad hacia ella. El amor verdadero genera humildad. Algo cambia también concretamente hasta en los hábitos de vida. He conocido a chicos a quienes por la mañana sus padres no lograban sacar de la cama para ir al colegio; si se les encontraba un trabajo, en poco tiempo lo abandonaban; o bien descuidaban los estudios sin llegar a licenciarse nunca... Después, cuando se han enamorado de alguien y se han hecho novios, por la mañana saltan de la cama, están impacientes por finalizar los estudios, si tienen un trabajo lo cuidan mucho. ¿Qué ha ocurrido? Nada, sencillamente lo que antes hacían por constricción ahora lo hacen por atracción. Y la atracción es capaz e hacer cosas que ninguna constricción logra; pone alas a los pies. «Cada uno», decía el poeta Ovidio, «es atraído por el objeto del propio placer».

Algo por el estilo, decía, debería suceder una vez en la vida para ser verdaderos cristianos, convencidos, gozosos se serlo. «¡Pero a la chica o al chico se le ve, se toca!». Respondo: también a Jesús se le ve y se le toca, pero con otros ojos y con otras manos: del corazón, de la fe. Él está resucitado y está vivo. Es un ser concreto, no una abstracción, para quien ha tenido esta experiencia y este conocimiento. Más aún, con Jesús las cosas van incluso mejor. En el enamoramiento humano hay artificio, atribuyendo al amado cualidades de las que tal vez carece y con el tiempo frecuentemente se está obligado a cambiar de opinión. En el caso de Jesús, cuanto más se le conoce y se está a su lado, más se descubren nuevos motivos para estar enamorados de Él y seguros de la propia elección.

Esto no quiere decir que hay que estar tranquilos y esperar, también con Cristo, el clásico «flechazo». Si un chico, o una chica, pasa todo el tiempo encerrado en casa sin ver a nadie, jamás sucederá nada en su vida. ¡Para enamorarse hay que frecuentarse! Si uno está convencido, o sencillamente comienza a pensar que tal vez conocer a Jesús de este modo distinto, trasfigurado, es bello y vale la pena, entonces es necesario que empiece a «frecuentarlo», a leer sus escritos. ¡Sus cartas de amor son el Evangelio! Es ahí donde Él se revela, se «transfigura». Su casa es la Iglesia: es ahí donde se le encuentra".

¡FELIZ DOMINGO! Déjate transfigurar por el Amor de Cristo, Jesús.

sábado, 12 de marzo de 2011

I Domingo de Cuaresma. Domingo de las Tentaciones

En el primer domingo de Cuaresma, recordamos las tentaciones de Jesús y las nuestras a la luz de la Palabra que se ofrece este día, tomada de Gn. 2, 7-9; 3, 1-7; Salmo 50; Rm. 5, 12-19 y Mt. 4, 1-11.

Recogemos un precioso escrito de S. Agustín en su Exposición del Salmo 60:

"El Señor Jesucristo fue tentado por el diablo en el desierto. Cristo ciertamente fue tentado por el diablo, pero en él eras tentado tú. Pues tuya era la carne que asumió para que recibieses de él la salvación. Asumió la muerte, que era tuya, para darte la vida; tomó de ti las humillaciones para que tú recibieses de él la gloria.

He puesto en Cristo mi torre-fortaleza. Él, por nosotros, se ha hecho torre frente al enemigo, él es también piedra sobre la que está edificada la Iglesia.

¿Buscas remedio para no ser herido por el diablo? ¡Refúgiate en la torre! Tienes ante ti la torre. Acuércate de Cristo y habrás entrado en la torre. ¿Cómo te acordarás de Cristo? Cuando tengas algo por lo que sufrir, piensa que él ha sufrido antes y reflexiona por quién ha sufrido. El murió para resucitar. Espera tú también lograr la meta en la que nos ha precedido y habrás entrado en la torre sin ceder ante el enemigo".

Estemos firmes en la prueba. Nuestra fuerza ante las tentaciones y las dificultades de la vida es el amor y abrazo de Jesucristo.

¡Feliz I Domingo de Cuaresma!

viernes, 11 de marzo de 2011

Tiempo de Cuaresma


El miércoles 9 de marzo comenzábamos el Tiempo litúrgico de la Cuaresma, preparación para la gran Solemnidad cristiana de la Pascua de Resurrección. Nos llevará hasta el inicio del Triduo pascual en la tarde del Jueves Santo. Comenzamos varios artículos con algunos párrafos de la Carta de nuestro Obispo D. Gerardo para este tiempo de Gracia.

"La Cuaresma es el tiempo litúrgico de la conversión que nos regala la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es, pues, tiempo de gracia en el que se nos hace una llamada especial a arrepentirnos de nuestros pecados; a morir a nuestra vida caduca, a todo aquello que nos separa de Dios y de los demás; se trata de pasar de la muerte a la vida, del pecado a la gracia; con Cristo y como Cristo, pasar de la muerte a la resurrección para poder vivir la vida de amistad con Dios.

La cuaresma, queridos hermanos, es un camino de acercamiento a Jesucristo escuchando su palabra, orando, realizando obras buenas. A través de él, y por pura gracia, esforzarnos en de parecernos cada vez más a Él. Sí, parecernos más a Cristo Jesús escuchando su invitación de cargar sobre nosotros la cruz de cada día para seguirle de cerca.

Pero además, y muy importante, la Cuaresma es tiempo de perdón y de reconciliación con Dios y con los hermanos. Por eso hemos de aprovechar para acercarnos al perdón de Dios, por medio de la práctica del Sacramento de la penitencia, y hemos de perdonar a los demás sabiendo olvidar rencores y ofreciendo nuestro amor, nuestro servicio y nuestra ayuda.

Meditemos en el espíritu de este tiempo de gracia tan rico que es la Santa Cuaresma; vivamos en esta actitud de conversión, limando de nuestra vida todo aquello que nos separa de Dios y de los hermanos, para ser capaces de resucitar con Cristo en la Pascua a una vida nueva. Aprovechemos este tiempo de gracia y de grandes gracias, este tiempo de salvación, aceptando en nuestra vida la misericordia que nos viene de Dios, convirtiéndonos a lo que el Señor espera de cada uno de nosotros, superando las tentaciones, desechando de nosotros los diosecillos que -a veces- encumbramos en nuestra vida, para poder servir de verdad al Señor y a los hermanos". 

¡FELIZ CUARESMA!